Por: Noel Alejandro Nápoles González
Fotografías: Leonor Menes Corona
«Cada niño es un artista. El problema es seguir siendo niño cuando creces»
Pablo Picasso
Según confesó el chileno Vicente Huidobro, la clave del creacionismo se la dio un poeta aimará que le aconsejó: «No cantes la lluvia, haz que llueva». Nelson Villalobos, el pintor cubano de Vigo que es también el pintor viguense de Cuba, encarna esa anécdota: él no pinta la lluvia, hace que llueva.
Curada con mano segura y sobria por otro Nelson, el crítico Herrera Ysla, y con el concurso de otro Pablo, el hijo del artista, una retrospectiva de la obra de Villalobos conquista hoy las salas del Centro Wifredo Lam.
Decenas de dibujos, grabados, cuadros —algunos de ellos de talla monumental— esculturas y ensamblajes, así como libros y documentos recogen el bregar del artista durante varias décadas. Con un ojo insular y otro ibérico, Villalobos mira el mundo. Y lo hace —aunque él es esquivo a las etiquetas— con un espíritu posmodernista que se le sale por los poros. El misterio del eco es una clase magistral de posmodernismo de un artista que, anclado en los años 80, arroja luz, como un faro giratorio, sobre un antes y un después.
Aquí, entre otras muchas piezas sugestivas, se juntan el único retrato esculpido de Lam en vida, una serie de monotipias deliciosas, otra de retratos y hasta piezas hechas en encáustica, en las que la línea dibuja la idea o apenas la esboza. Jinete de metáforas desbocadas, Villalobos domina la espuela y el freno. Sabe decir con silencios lo que calla con palabras.
En la planta alta, donde el bello piso ajedrezado crea una atmósfera casi metafísica en medio de las luminosas salas coloniales, están los cuadros más impactantes: el Homenaje a la oda marítima de Fernando Pessoa, con su pulcritud lusitana y su sencillez poética; El juicio de Paris, con su entramado de líneas que tejen el tapiz de la naturaleza humana; El jardín de mamá, que susurra que la madre es luz, y prisma la memoria.
Pero el que para mí constituye la apoteosis de esta muestra es Contrapunteo cubano con el Guernica. La referencia a Fernando Ortiz anuncia el trasfondo antropológico. El diálogo constante con el cuadro de Picasso y las citas de sus bocetos, definen su poética. Curioso: si el Guernica es el testimonio de una destrucción, el Contrapunteo cubano con el Guernica es la declaración de una construcción. Picasso narra el bombardeo de una aldea vasca; Villalobos cuenta el origen de una nación. El malagueño compone un réquiem; el cienfueguero, una oda a la vida. La resemantización es tal y sus posibilidades interpretativas son tantas, que este cuadro merece un ensayo.
Metáfora del misterio, la obra de Villalobos es su eco. Y cuando la obra lleva estampada a la espalda la marca de la grandeza, el eco se apaga en el espacio, pero perdura en el tiempo. Por eso el misterio del eco es el eco del misterio. Y esa, quizás, sea la prueba mayor de que el niño que un día fue Villalobos, allá por las lomas del Escambray, sigue vivo todavía.
Y ojalá siga lloviendo…
20. XI. 2022
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